miércoles, 17 de enero de 2007

RECUERDOS



I
La música de la noche se escuchaba como un viejo tango en la garganta de un viejo. Más allá de los dolores de la tarde que ya se había muerto, las mujeres bailaban con sus vestidos de sangre, llenas de sombras y hombres amantes. Perros correteaban entre huesos de caídos ya olvidados, se mordían los cuellos como queriendo arrancarse los olvidos de un tirón, pero se sacaban sangre como lamentos al sol. Los hijos antiguos de la guerra cantaban sus últimos finales, cuchillos que cortaban las lenguas del viento se desarmaban entre los dedos del tiempo, que impiadoso se hería más allá de nuestros besos desgarrados de lejanía.

II
Soplaba y soplaba el viento como un gran lamento, barriendo las sombras de las calles, acumuladas en los cordones haciendo oscuridad noches eternas.
Soplaba y soplaba el viento entre ángeles de plomo y cielo, llegando a bailar con cristos muertos que lloraban desde sus maderas en cruz.
Como escapando de ocasos finales, los gatos brillaban entre los techos de sangre y cemento. Gritos desparejos rompían trece espejos, rompiendo destruyendo partiendo imágenes grabadas en ellos.
Soplaba y soplaba desgarraba el viento como dientes cuchillos del olvido más frío que la muerte, manos heladas que aplaudían y cortaban venas que no sangraban del hambre que tenían.
Y pasaban los días desangrándose en el tiempo y el viento como un viejo guerrillero soplaba y soplaba.

III
Una vez fui y vine del paraíso y no encontré más que aburrimiento monotonía tedio. No estaban los mordiscos de mi amada ni las balas de mis enemigos. No me corrían las bestias del dolor ni los perros del olvido. No había pesadillas golpes heridas fuego ni sombras insultos corridas sexo, en definitiva no había pasión. Y si hay un lugar que no quiero es un lugar sin pasión.
Una vez fui y vine del infierno y encontré la sangre que había perdido y los dolores que había dejado. Gritaban los lobos tras la música de la noche llena de violines muertos, los deseos imparables volaban entre cuerpos desnudos y famélicos. La pasión golpeaba contra las paredes frías de fuego y los demonios me llevaron ante el Gran Rebelde, que blasfemaba al cielo y aplastaba cráneos mientras me decía:-¡Los malditos de arriba tienen que morir!

IV
Poderosos más que la furia del mar, bestias del infierno, diablos románticos y asesinos, desgarrando la vida de jóvenes vírgenes, matando para sobrevivir por los siglos de los siglos, por los tiempos de los tiempos infinitos, eternos, inmortales.

V
Comiendo los huesos del rey, los perros se regodeaban en su juego. Los locos tomaron el poder de la eternidad, sus amadas los miraban, felices, emocionadas hasta las lágrimas. Fueron entregados los ministros a las manos del pueblo y los ministros no robaron nunca más. El fuego masticó los últimos restos de los malditos, mientras el amor se desangraba entre las piedras del camino.

VI
La pasión encadenada al dolor, se debatía entre uñas y amores, golpeando las sangre contra el recuerdo de mi amada. Pasión, dolor implacable que revienta dentro del cuerpo.
Bienamada, mi amor por vos me mata amor por amor las entrañas de mi sombra que muere amando.

VII
La ciudad se caía entre estertores y protestas, los gatos asesinaban políticos que les robaban su comida, los perros gobernaban sobre piedras de sangre, mientras nosotros nos moríamos de tanto amar.

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