jueves, 1 de febrero de 2007

PERDER LO QUE UNO QUIERE

Los quería como a nada en el mundo. Y tal vez los sigo queriendo y ése es mi gran problema. Mi gran herida abierta es haberlos perdidos, así, de un día para el otro, como si nada. Es algo que nunca me voy a perdonar.
Quizás fue porque éramos chicos y nunca pensamos que algún día nos íbamos a tener que separar. Nos veíamos todos los días, con algunos inclusive todo el día; porque nos juntábamos, en mi casa o en la de ellos, a la tarde para hacer la tarea o para jugar. O cuando nos juntábamos todos los jueves para jugar al fútbol. O los asaltos y fiestas, que tuvieron su pico máximo en 4º y 5º, todos los sábados. O ir al Club de Ciencias que había en otro escuela. Todo eso no era más que para juntarnos y vernos, aparte de lo que ya nos veíamos todas las mañanas por cuatro horas y cuarto todos los días.
Con Daniel, Marilina, Gabriela y Débora estuve los siete años de la primaria y con la mayoría cuatro años, sin contar a los que vinieron en los últimos años y los recibimos como si fueran amigos de toda la vida. Viví muchos años y muchas cosas con todos ellos, imposible de olvidarlos de un día para el otro.
No digo que fuéramos tipo Clave de Sol, que siempre estaban juntos y festejaban la Navidad en la casa de uno, o tipo Beverly Hills 90210, que siempre tienen aventuras en común. No, no digo que fuéramos de ese tipo. Incluso en las vacaciones prácticamente no nos veíamos, pero cuando llegaba la hora de juntarnos de nuevo nadie nos podía separar. Era algo que iba más allá de juntarnos o no, era lo que sentíamos. Porque la amistad no se traduce solamente con lo que se puede llegar a decir o hacer, sino principalmente con lo que se siente. Por supuesto estoy hablando solamente por mí, pero estoy seguro que esto era algo que sentían todos.
Yo soy consciente que nunca demostré cuanto los quería, más allá de lo que digo que importaba lo que sentíamos, más allá de eso siento que cuando los tenía no me preocupaba; porque era algo seguro que al otro día nos volveríamos a ver y todo seguiría igual. Pero después llegó el fin de 7º grado y como si todo hubiera sido un sueño, me di cuenta que ya no los tenía. Se suele decir que uno extraña las cosas cuando ya no las tiene. Por algo será.
Cuando me quise dar cuenta ya no estaban a mi lado. En casi seis años me volví juntar contadas veces con Daniel, mi mejor amigo. Y con mis dos mejores amigas, incluso mis grandes amadas (Marilina y Romina), solamente me las crucé alguna que otra vez por la calle. Ese no puede ser el final de la amistad que nos unió por tantos años. Pero así fue y es. Por eso nunca me lo voy a perdonar.
Nunca me voy a perdonar, que nuestra amistad se haya disuelto como si nada. Es la espina que tengo y tendré clavada en el corazón por el resto de mi vida. ¿Quién me puede decir que estoy exagerando? ¿Quién me puede decir que todo esto lo hago más dramático de lo que es? Nadie me puede decir esto, porque nadie siente lo que yo siento. Y principalmente, nadie siente el dolor que yo siento.
Por eso amigos, aprovechemos las cosas mientras las tengamos. Pero no las olvidemos por cosa tan estúpida y superflua, como una "separación" después de terminar la primaria. Porque de las "cosas" de las que estoy hablando eran mis amigos; y ahora me doy cuenta que los extraño como nunca. No extraño esos años de "juventud" o los años de escuela y todo eso. Sino lo que yo extraño, simplemente, son momentos. El momento de verles las caras todas las mañanas, todos los días del año. El momento de los recreos, no por el hecho del recreo, sino por el hecho de jugar, hablar, estar con ellos. El momento de juntarnos a la tarde; para hacer las tareas o para jugar, eso no me importa, simplemente el momento de volver a verlos después de las clases.
Eso es lo que verdaderamente extraño. Y se que eso no volverá, pero si nunca se hubieran cortados los lazos de la amistad, tal vez esos momentos seguirían, diferentes, pero seguirían.
Ahora sólo me queda lamentarme por algo que no fui consciente, que fue como una especie de decantamiento pero del que fui culpable y de eso estoy seguro. Como estoy seguro que los quería como a nada en el mundo.
Y los sigo queriendo... y ese es mi gran problema.
(1995)

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