I. Emil Michel Ciorán
Para comenzar este ensayo hay que hacerse una pregunta: ¿qué vamos a encontrar al abrir un libro de Ciorán? La respuesta es simple: nihilismo, verdadero nihilismo, nihilismo extremo. Esa es la filosofía de Ciorán.
Emil Michel Ciorán nació en Racinari, una aldea de Rumania, el 8 de abril de 1911. Cuando contaba con once años, se mudó con toda su familia a Subiu, Transilvania.
En 1928 se inscribió en la Facultad de Literatura y Filosofía de Bucarest. El 23 de junio de 1932 consiguió la licenciatura en Filosofía con una tesis sobre Bergson (intuicionismo bergsoniano). Luego siguió un doctorado especializado en psicología, apartándose de la filosofía.
En 1934, luego de la publicación de su primer libro, obtuvo una beca de la Fundación Humboldt para estudiar filosofía en Berlín. Cuando volvió a Rumania intentó conseguir una beca de la Universidad de Madrid, pero la Guerra Civil interrumpió su sueño; por lo que comenzó a trabajar como profesor de filosofía en un colegio secundario.
En septiembre de 1937 se instala en París, becado por el Instituto Francés de Bucarest. Recorrió toda Francia (al mejor estilo Che) en bicicleta, asistiendo a los cursos de inglés que daba la Sorbona y escribiendo ensayos en francés. Poco a poco abandonó su lengua hasta que en 1946 renunció a su nacionalidad e idioma, asumiéndose apátrida.
En junio de 1995, a los 85 años, murió víctima del Mal de Alzheimer.
Más allá de éstos datos, ¿quién fue Ciorán? Ciorán fue el mayor escéptico, el más extremo en su pesimismo, un subversivo de la filosofía, "fue el gran guerrillero" como dijo Abel Posse, tal vez siguiendo la afirmación de Gilles Deleuze que dijo que "la filosofía es guerrilla".
Con solo leer los títulos de sus libros, nos sumergiremos en un mundo más que depresivo y oscuro, donde lo que vale es la podredumbre más extremista que se pueda encontrar en cuanto a conceptos filosóficos. En la cimas de la desesperación de 1934 (su primer libro), Breviario de podredumbre de 1947, Silogismos de la amargura de 1952, La tentación de existir de 1956, Del inconveniente de haber nacido de 1973, Desgarradura de 1979 y Ese maldito yo de 1987; son la clara muestra de su visión de la vida desarrollada por su nihilismo.
El nunca buscó la fama, que tampoco encontró en gran medida, ni siquiera la popularidad, que no consiguió, pero en contra de todo eso sí consiguió reconocimiento: Claude Mauriac, Gabriel Marcel, Samuel Beckett, André Maurois, Roger Caillois, Susan Sontag, Maurice Nadeau, Henri Micheax, Octavio Paz, Saint-John Perse, Eugéne Ionesco y Mircea Eliade, fueron de las tantas personalidades que lo apoyaron; principalmente de los dos últimos (también rumanos radicados en Francia). El se conformaba con sumergirse en su propio insomnio y disparar contra todo: religión, política, filosofía, literatura, fanatismo.
El era, dentro de sus conceptos, el verdadero subversivo; como lo definió en uno de los aforismos de El aciago demiurgo: "Sólo es subversivo el espíritu que pone en tela de juicio la obligación de existir; todos los otros, empezando por el anarquista, pactan con el orden establecido."
Enemigo acérrimo de toda clase de ídolos, se mantuvo como un marginal de la literatura. Cómo sería de marginal, que hasta se dio el gusto de apartarse del sistema de la filosofía. Siendo él mismo un filósofo, atacaba su propio campo del pensamiento. Tal vez por esos mismo ataques, en un diccionario se lo define como:
"ensayista rumano en lengua francesa. Su obra, en el ámbito del existencialismo, reflexiona sobre el vacío y la desesperación."
II. Su filosofía
Ciorán, nacido en la tierra de Drácula, pero nacionalizado francés en 1946, fue mucho más allá en su postulación nihilista que el mismo Nietzsche. El alemán, comparado con él, queda como un bebé de pecho, como un mero criticón de lo que no le gustaba.
Ciorán hasta se atrevió a reformular el pecado original, el error estaba en el nacer; esto desarrollado en su libro Del inconveniente de haber nacido le valió la censura en España por atentar contra el cristianismo. Considerar que "no nacer es sin duda la mejor fórmula que hay" demuestra su pensamiento.
El nunca buscó crear una nueva corriente filosófica, nunca se quiso encasillar en ninguna corriente, él era "feliz" demoliendo hasta sus propias ideas.
En una crítica de su libro Crepúsculo del pensamiento, se dice que sus afirmaciones no son válidas porque no las demuestra. ¿Por qué tiene que fundamentar sus pensamientos? Yo no creo que sea necesario demostrar cada cosa que se piensa, si no se intenta formar una doctrina a seguir o una escuela para desarrollarla, más viniendo de un enemigo de la lógica, del pensamiento sistemático. Su razón es una razón destrozada por su propio uso y desuso. Es necio considerarlo soberbio porque no demuestra sus afirmaciones, es como querer demostrar por qué se ama. Si considera que "la lógica conduce a la epilepsia intelectual", nadie tiene el derecho de decir que lo demuestre. Y seamos sinceros, la lógica nos condena a ser civilizados hasta en el pensamiento, y eso es terrible.
III. El gran nihilista
Su bibliografía la completan los siguientes libros: De lágrimas y santos de 1937, Crepúsculo del pensamiento de 1940, Historia y utopía de 1960, La caída en el tiempo de 1964, El aciago demiurgo de 1969 y Ejercicios de admiración y otros textos de 1977. En ellos desarrolla su crisis religiosa, ataca al progreso, a las instituciones, a la gloria, se explaya sobre el terror a la muerte, el escepticismo existencialista, la lucha politeísmo-monoteísmo, etc., etc.
El "masoquista metafísico" -como se definía él mismo- es uno de los escritores que más influyó en el pensamiento de occidente, junto a Miercea Eliade, Eugéne Ionesco y Paula Celán (todos rumanos radicados en Francia).
Ciorán, una especie de teólogo hereje y pesimista, el que de joven vivía entre bibliotecas y burdeles, el mismo que creía que se suicidaría antes de llegar a los treinta años, tal vez el último nihilista, el que tenía una debilidad especial por los cementerios; es a mi entender el mejor de los filósofos, porque usó su pensamiento para destruir y no crear algo que se corrompería y se acabaría, o mejor dicho: para destruir creando.
Ciorán no eligió vivir, como no lo eligió ninguno de nosotros, pero ya estando vivo decidió vestirse de alma en pena para filosofar desde lo oscuro. "El pensador y poeta de la descomposición" ya es parte de la nada que tanto anhelaba y si hay otra cosa en el más allá, ya lo sabrá y supongo que estará demoliendo con todo, tal vez por no ser lo que él esperaba, si esto sucediera.
En vida solo rescataba un par de cosas: la música de Bach y la poesía (decía que era el ala del alma), todo lo otro era válido para ser destruido y reducido a cenizas. Qué más nihilista se puede ser, si se considera que la vida no tiene valor.
Sometido inexorablemente a las amarguras y desilusiones de la vida, se las ingenió para levantarse desde la decadencia con sólo las ganas de caer. Porque como escribió en "Fisonomía de un fracaso" de Breviario de podredumbre: "existo tan sólo por la voluntad de dejar de existir". Ahora llegó donde deseaba llegar: a no existir más. Ya no existe físicamente, ahora por fin es libre vaya uno a saber dónde. Finalmente todo su desprecio por la vida - desprecio moldeado por desastres, fracasos, desilusiones- se transformó en un triunfo.
Como cuerpo, como materia no existe más, pero su pensamiento y sus escritos, o mejor dicho: los pensamientos de sus escritos, por lo tanto: el poder de sus pensamientos, perdurará más allá de sus pesimismo, más allá del límite que le quieran poner "optimistas o moralistas" a su pesimismo, más allá de sus propio más allá.
Tal vez pensó, dentro de su nihilismo, que sus pensamientos deberían morir, ser cenizas, extinguirse en el olvido o el rechazo, o ser asesinados por la crítica. Pero no, más allá del recuerdo de su existencia, perdurará su nihilismo radical e inmortal; sólo por el hecho de que siempre habrá alguien que piense como él y levantará la bandera de su pesimismo, escepticismo y nihilismo feroz y desencadenado.
IV. La poética de Ciorán
En la filosofía de Ciorán, hasta podemos encontrar algo de poesía. Con leer "Variaciones sobre la muerte" de Breviario de podredumbre nos damos cuenta de esto, si lo pusiéramos en versos, nadie podría discutir que no es un poema.
El siguiente es un fragmento de La tentación de existir:
"Hay fantasmas diurnos que, presas de sus ausencia, viven apartadamente, caminan con pasos ahogados a lo largo de las calles sin mirar a nadie. No hay inquietud en sus rostros y en sus gestos. Como el mundo exterior ha dejado de existir para ellos, se pliegan a sus soledades. Atento a su distracción, a su desapego, pertenecen a un universo no declarado situado entre el recuerdo de lo inaudito y la inminencia de una certeza. Su sonrisa recuerda mil espantos vencidos, la gracia que triunfa sobre lo terrible; pasan a través de las cosas, atraviesan la materia. (...) Ninguna derrota , ninguna victoria les conmueve. Independientes del sol, se bastan a sí mismos. Están iluminados por la muerte."
Este pensamiento, reducido a una formulación aforística, es pura metáfora, es en esencia: un poema.
Como también el siguiente de la Tentación de existir:
"Destructor al servicio de la vida, demonio vuelto hacia el bien, el santo es el gran maestro del esfuerzo contra uno mismo." O como éste del mismo libro:
"El hastío degrada el espíritu, lo torna superficial deshilvanado, lo mina desde el interior y lo disloca. (...) Es máscara y sustancia es fachada y realidad. (...) Ha hecho de mí un discurseador que se averguenza de articular, un teórico para chochos y adolescentes, para afeminados, para menopausias metafísicas, un resto de criatura, un fantoche alucinado. (...) Activa nada, saquea los cerebros y los reduce a un amasijo de conceptos fracturados. (...) Y en éste:
"El espíritu es un vampiro. (...) La deja postrada, deshecha, sin aliento, sin el equivalente espiritual de la sangre, la despoja de su sustancia, así como de ese impulso que la arrastraba a actos y escándalos de envergadura. (...) nos ofrece la imagen de nuestros peligros y la mueca de nuestro futuro: es nuestro vacío, es nosotros; y encontramos en ella nuestras insuficiencias y nuestros vicios, nuestra voluntad insegura y nuestros instintos pulverizados. (...)
En todos estos pensamientos hay algo de ese poeta escondido o perdido que había en Ciorán. Por eso digo que en su filosofía también hay mucho de poesía.
Para comenzar este ensayo hay que hacerse una pregunta: ¿qué vamos a encontrar al abrir un libro de Ciorán? La respuesta es simple: nihilismo, verdadero nihilismo, nihilismo extremo. Esa es la filosofía de Ciorán.
Emil Michel Ciorán nació en Racinari, una aldea de Rumania, el 8 de abril de 1911. Cuando contaba con once años, se mudó con toda su familia a Subiu, Transilvania.
En 1928 se inscribió en la Facultad de Literatura y Filosofía de Bucarest. El 23 de junio de 1932 consiguió la licenciatura en Filosofía con una tesis sobre Bergson (intuicionismo bergsoniano). Luego siguió un doctorado especializado en psicología, apartándose de la filosofía.
En 1934, luego de la publicación de su primer libro, obtuvo una beca de la Fundación Humboldt para estudiar filosofía en Berlín. Cuando volvió a Rumania intentó conseguir una beca de la Universidad de Madrid, pero la Guerra Civil interrumpió su sueño; por lo que comenzó a trabajar como profesor de filosofía en un colegio secundario.
En septiembre de 1937 se instala en París, becado por el Instituto Francés de Bucarest. Recorrió toda Francia (al mejor estilo Che) en bicicleta, asistiendo a los cursos de inglés que daba la Sorbona y escribiendo ensayos en francés. Poco a poco abandonó su lengua hasta que en 1946 renunció a su nacionalidad e idioma, asumiéndose apátrida.
En junio de 1995, a los 85 años, murió víctima del Mal de Alzheimer.
Más allá de éstos datos, ¿quién fue Ciorán? Ciorán fue el mayor escéptico, el más extremo en su pesimismo, un subversivo de la filosofía, "fue el gran guerrillero" como dijo Abel Posse, tal vez siguiendo la afirmación de Gilles Deleuze que dijo que "la filosofía es guerrilla".
Con solo leer los títulos de sus libros, nos sumergiremos en un mundo más que depresivo y oscuro, donde lo que vale es la podredumbre más extremista que se pueda encontrar en cuanto a conceptos filosóficos. En la cimas de la desesperación de 1934 (su primer libro), Breviario de podredumbre de 1947, Silogismos de la amargura de 1952, La tentación de existir de 1956, Del inconveniente de haber nacido de 1973, Desgarradura de 1979 y Ese maldito yo de 1987; son la clara muestra de su visión de la vida desarrollada por su nihilismo.
El nunca buscó la fama, que tampoco encontró en gran medida, ni siquiera la popularidad, que no consiguió, pero en contra de todo eso sí consiguió reconocimiento: Claude Mauriac, Gabriel Marcel, Samuel Beckett, André Maurois, Roger Caillois, Susan Sontag, Maurice Nadeau, Henri Micheax, Octavio Paz, Saint-John Perse, Eugéne Ionesco y Mircea Eliade, fueron de las tantas personalidades que lo apoyaron; principalmente de los dos últimos (también rumanos radicados en Francia). El se conformaba con sumergirse en su propio insomnio y disparar contra todo: religión, política, filosofía, literatura, fanatismo.
El era, dentro de sus conceptos, el verdadero subversivo; como lo definió en uno de los aforismos de El aciago demiurgo: "Sólo es subversivo el espíritu que pone en tela de juicio la obligación de existir; todos los otros, empezando por el anarquista, pactan con el orden establecido."
Enemigo acérrimo de toda clase de ídolos, se mantuvo como un marginal de la literatura. Cómo sería de marginal, que hasta se dio el gusto de apartarse del sistema de la filosofía. Siendo él mismo un filósofo, atacaba su propio campo del pensamiento. Tal vez por esos mismo ataques, en un diccionario se lo define como:
"ensayista rumano en lengua francesa. Su obra, en el ámbito del existencialismo, reflexiona sobre el vacío y la desesperación."
II. Su filosofía
Ciorán, nacido en la tierra de Drácula, pero nacionalizado francés en 1946, fue mucho más allá en su postulación nihilista que el mismo Nietzsche. El alemán, comparado con él, queda como un bebé de pecho, como un mero criticón de lo que no le gustaba.
Ciorán hasta se atrevió a reformular el pecado original, el error estaba en el nacer; esto desarrollado en su libro Del inconveniente de haber nacido le valió la censura en España por atentar contra el cristianismo. Considerar que "no nacer es sin duda la mejor fórmula que hay" demuestra su pensamiento.
El nunca buscó crear una nueva corriente filosófica, nunca se quiso encasillar en ninguna corriente, él era "feliz" demoliendo hasta sus propias ideas.
En una crítica de su libro Crepúsculo del pensamiento, se dice que sus afirmaciones no son válidas porque no las demuestra. ¿Por qué tiene que fundamentar sus pensamientos? Yo no creo que sea necesario demostrar cada cosa que se piensa, si no se intenta formar una doctrina a seguir o una escuela para desarrollarla, más viniendo de un enemigo de la lógica, del pensamiento sistemático. Su razón es una razón destrozada por su propio uso y desuso. Es necio considerarlo soberbio porque no demuestra sus afirmaciones, es como querer demostrar por qué se ama. Si considera que "la lógica conduce a la epilepsia intelectual", nadie tiene el derecho de decir que lo demuestre. Y seamos sinceros, la lógica nos condena a ser civilizados hasta en el pensamiento, y eso es terrible.
III. El gran nihilista
Su bibliografía la completan los siguientes libros: De lágrimas y santos de 1937, Crepúsculo del pensamiento de 1940, Historia y utopía de 1960, La caída en el tiempo de 1964, El aciago demiurgo de 1969 y Ejercicios de admiración y otros textos de 1977. En ellos desarrolla su crisis religiosa, ataca al progreso, a las instituciones, a la gloria, se explaya sobre el terror a la muerte, el escepticismo existencialista, la lucha politeísmo-monoteísmo, etc., etc.
El "masoquista metafísico" -como se definía él mismo- es uno de los escritores que más influyó en el pensamiento de occidente, junto a Miercea Eliade, Eugéne Ionesco y Paula Celán (todos rumanos radicados en Francia).
Ciorán, una especie de teólogo hereje y pesimista, el que de joven vivía entre bibliotecas y burdeles, el mismo que creía que se suicidaría antes de llegar a los treinta años, tal vez el último nihilista, el que tenía una debilidad especial por los cementerios; es a mi entender el mejor de los filósofos, porque usó su pensamiento para destruir y no crear algo que se corrompería y se acabaría, o mejor dicho: para destruir creando.
Ciorán no eligió vivir, como no lo eligió ninguno de nosotros, pero ya estando vivo decidió vestirse de alma en pena para filosofar desde lo oscuro. "El pensador y poeta de la descomposición" ya es parte de la nada que tanto anhelaba y si hay otra cosa en el más allá, ya lo sabrá y supongo que estará demoliendo con todo, tal vez por no ser lo que él esperaba, si esto sucediera.
En vida solo rescataba un par de cosas: la música de Bach y la poesía (decía que era el ala del alma), todo lo otro era válido para ser destruido y reducido a cenizas. Qué más nihilista se puede ser, si se considera que la vida no tiene valor.
Sometido inexorablemente a las amarguras y desilusiones de la vida, se las ingenió para levantarse desde la decadencia con sólo las ganas de caer. Porque como escribió en "Fisonomía de un fracaso" de Breviario de podredumbre: "existo tan sólo por la voluntad de dejar de existir". Ahora llegó donde deseaba llegar: a no existir más. Ya no existe físicamente, ahora por fin es libre vaya uno a saber dónde. Finalmente todo su desprecio por la vida - desprecio moldeado por desastres, fracasos, desilusiones- se transformó en un triunfo.
Como cuerpo, como materia no existe más, pero su pensamiento y sus escritos, o mejor dicho: los pensamientos de sus escritos, por lo tanto: el poder de sus pensamientos, perdurará más allá de sus pesimismo, más allá del límite que le quieran poner "optimistas o moralistas" a su pesimismo, más allá de sus propio más allá.
Tal vez pensó, dentro de su nihilismo, que sus pensamientos deberían morir, ser cenizas, extinguirse en el olvido o el rechazo, o ser asesinados por la crítica. Pero no, más allá del recuerdo de su existencia, perdurará su nihilismo radical e inmortal; sólo por el hecho de que siempre habrá alguien que piense como él y levantará la bandera de su pesimismo, escepticismo y nihilismo feroz y desencadenado.
IV. La poética de Ciorán
En la filosofía de Ciorán, hasta podemos encontrar algo de poesía. Con leer "Variaciones sobre la muerte" de Breviario de podredumbre nos damos cuenta de esto, si lo pusiéramos en versos, nadie podría discutir que no es un poema.
El siguiente es un fragmento de La tentación de existir:
"Hay fantasmas diurnos que, presas de sus ausencia, viven apartadamente, caminan con pasos ahogados a lo largo de las calles sin mirar a nadie. No hay inquietud en sus rostros y en sus gestos. Como el mundo exterior ha dejado de existir para ellos, se pliegan a sus soledades. Atento a su distracción, a su desapego, pertenecen a un universo no declarado situado entre el recuerdo de lo inaudito y la inminencia de una certeza. Su sonrisa recuerda mil espantos vencidos, la gracia que triunfa sobre lo terrible; pasan a través de las cosas, atraviesan la materia. (...) Ninguna derrota , ninguna victoria les conmueve. Independientes del sol, se bastan a sí mismos. Están iluminados por la muerte."
Este pensamiento, reducido a una formulación aforística, es pura metáfora, es en esencia: un poema.
Como también el siguiente de la Tentación de existir:
"Destructor al servicio de la vida, demonio vuelto hacia el bien, el santo es el gran maestro del esfuerzo contra uno mismo." O como éste del mismo libro:
"El hastío degrada el espíritu, lo torna superficial deshilvanado, lo mina desde el interior y lo disloca. (...) Es máscara y sustancia es fachada y realidad. (...) Ha hecho de mí un discurseador que se averguenza de articular, un teórico para chochos y adolescentes, para afeminados, para menopausias metafísicas, un resto de criatura, un fantoche alucinado. (...) Activa nada, saquea los cerebros y los reduce a un amasijo de conceptos fracturados. (...) Y en éste:
"El espíritu es un vampiro. (...) La deja postrada, deshecha, sin aliento, sin el equivalente espiritual de la sangre, la despoja de su sustancia, así como de ese impulso que la arrastraba a actos y escándalos de envergadura. (...) nos ofrece la imagen de nuestros peligros y la mueca de nuestro futuro: es nuestro vacío, es nosotros; y encontramos en ella nuestras insuficiencias y nuestros vicios, nuestra voluntad insegura y nuestros instintos pulverizados. (...)
En todos estos pensamientos hay algo de ese poeta escondido o perdido que había en Ciorán. Por eso digo que en su filosofía también hay mucho de poesía.
V. El amigo envidioso
Su amigo Ionesco dijo en el último reportaje antes de morir, que la angustia de Ciorán no era auténtica porque tenía estilo. Que angustia y estilo no eran compatibles. ¿Acaso un poeta no vacía toda su angustia en un par de versos y por eso no pierde el estilo?
Decir que angustia y estilo no son compatibles, parece venir de un hombre angustiado que no pudo demostrar su dolor sin perder el estilo. Parece venir de alguien envidioso del estilo de Emil para desasperar con su agonía interior hecha libros y filosofía.
La afirmación (o tal vez solamente suposición) de Ionesco, me parece un ataque para defender su propia imposibilidad, su propia ineptitud. Ionesco no pudo expresar su angustia con estilo, por eso tal vez de alguna forma envidiaba a Ciorán; en silencio, con disimulo detrás de su amistad.
Su amigo Ionesco dijo en el último reportaje antes de morir, que la angustia de Ciorán no era auténtica porque tenía estilo. Que angustia y estilo no eran compatibles. ¿Acaso un poeta no vacía toda su angustia en un par de versos y por eso no pierde el estilo?
Decir que angustia y estilo no son compatibles, parece venir de un hombre angustiado que no pudo demostrar su dolor sin perder el estilo. Parece venir de alguien envidioso del estilo de Emil para desasperar con su agonía interior hecha libros y filosofía.
La afirmación (o tal vez solamente suposición) de Ionesco, me parece un ataque para defender su propia imposibilidad, su propia ineptitud. Ionesco no pudo expresar su angustia con estilo, por eso tal vez de alguna forma envidiaba a Ciorán; en silencio, con disimulo detrás de su amistad.
1 comentario:
Manson; me ha sorprendido el comentario de Ionesco.Lo considero muy acertado.
Somos ya dos frente al mundo.
Curioso el hecho de que soy una admiradora y seguidora del teatro del absurdo y mi admirado Ionesco opina como yo.
Coincido contigo al reconocer la vena poética a Cioran.
¿ Desconocías acaso que los poetas necesitamos sufrir, sufrir...sufrir para vencer el dramático síndrome de la página en blanco?
Entonces para escribir Cioran estimulaba su literario padecer...
Repasa a Ionesco hermano, no merece tus adjetivaciones....Pensamiento elíptico.
Un saludo cordial.
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